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Trabajar en España y Túnez

Llevar a cabo un proyecto de investigación en y sobre dos países distintos es, a la vez, un reto y una experiencia estimulante. Nos ayuda a conocer la historia de dos lugares con culturas diferentes y aproximarnos a su propia idiosincrasia, lo cual sin duda enriquece nuestro bagaje tanto en el plano profesional como en el personal. De hecho, como habéis ido viendo a lo largo de estos años, ATLAS nos está permitiendo trabajar no sólo en dos países distintos, sino con un buen número de instituciones, equipos de investigación y especialistas diferentes.

Investigar en dos países distintos

Como sabéis, gran parte de nuestra investigación se ocupa del análisis del patrimonio histórico y arqueológico, donde se incluyen entre otros epígrafes, vestigios arquitectónicos e infraestructuras, y elementos topográficos de las ciudades tardoantiguas. Por este motivo, especialmente cuando necesitamos información directa sobre estos elementos, debemos dirigirnos a las diferentes administraciones e instituciones encargadas de la gestión y preservación, así como de la difusión de dicho patrimonio. Y, por supuesto, cada país (y cada región) tiene sus propias instituciones y maneras de funcionar. Así que conocer los procedimientos de cada una de ellas es fundamental en un proyecto internacional como el nuestro, ya que no sólo agiliza los trámites necesarios sino que también permite establecer lazos de reciprocidad al devolver el conocimiento generado a las instituciones y sociedad de origen.

En nuestro caso concreto, en Túnez hemos trabajado de la mano del Institut National du Patrimoine, principal organismo encargado de velar por el patrimonio histórico-arqueológico del país. En España, en cambio, la gestión está menos centralizada y en cada región y ciudad nos hemos dirigido a las instituciones correspondientes. Algunas ciudades incluso cuentan con más de un organismo trabajando en el ámbito patrimonial, como Mérida, donde confluyen el Instituto Arqueológico de Mérida, el Consorcio Ciudad Monumental de Mérida y el Museo Nacional de Arte Romano.

Foto de grupo en el INP durante nuestro último encuentro en Túnez.

Pero, además, una buena parte de los yacimientos arqueológicos que examinamos en nuestro proyecto han sido también objeto de campañas y estudios de distintos equipos internacionales. Probablemente el caso más evidente sea el de Cartago, donde la campaña internacional “Save Carthage” iniciada en los años 70 trajo consigo la llegada de grupos de investigación procedentes de muchos países distintos. Estos equipos no sólo realizaron excavaciones arqueológicas en varios puntos de la ciudad antigua, sino que muchos publicaron igualmente los resultados de sus estudios. En consecuencia, estos resultados se encuentran recogidos en un gran número de monografías, capítulos y artículos, a menudo dispersos, que debemos reunir para nuestra propia investigación. Un caso similar lo encontramos en Baelo Claudia. Este yacimiento gaditano tiene un estrecho vínculo con Francia y la Casa de Velázquez, dado que el fundador de l’École des hautes études hispaniques, Pierre Paris, inició las primeras campañas arqueológicas propiamente dichas en este lugar. Pero desde entonces, muchos otros equipos han trabajado en esta ciudad romana costera, como la Universidad de Cádiz, la Universidad de Sevilla o la Universidad de Aachen.

Es por ello que, además de contactar con las distintas instituciones encargadas del patrimonio, en otras ocasiones nos dirigimos también a los propios equipos e investigadores que han dirigido las excavaciones y estudios de aquellos elementos de los que necesitamos datos más concretos. Este es el caso de la magnífica iglesia de Damous-el-Karita, que fue recientemente excavada por el equipo austríaco de Heimo Dolenz, la epigrafía cristiana de Cartago estudiada exhaustivamente por Liliane Ennabli y Sihem Aloui, las múltiples campañas realizadas en Leptiminus por la Universidad de Michigan, o las excavaciones del Área arqueológica de Morería dirigidas por Miguel Alba.

La realidad arqueológica

Otra diferencia interesante que encontramos, casualmente, en nuestras ciudades caso de estudio es la continuidad habitativa. Cartagena, Córdoba, Mérida y Sevilla se han desarrollado sobre las ciudades romanas de origen; es decir, son centros urbanos con una continuidad ocupacional con siglos de historia. Como contrapartida, sin embargo, sólo podemos conocer de manera bastante parcial los vestigios antiguos, lo cual complica la investigación arqueológica. Además, las excavaciones suelen llevarse a cabo únicamente cuando se realizan obras de construcción o reparación de los edificios de la ciudad actual. De modo que acabamos teniendo pequeñas ventanas de conocimiento arqueológico dentro del entramado urbano, en algunos casos con los vestigios conservados y visibles y en otros simplemente documentados y cubiertos de nuevo por las construcciones contemporáneas. El lado positivo, en cambio, es que las excavaciones suelen ser de zonas relativamente pequeñas que permiten documentar siglos de evolución urbana. Por supuesto, esto significa que los restos arqueológicos a menudo se encuentran en estratigrafías complejas, con metros de extensión, debido al uso y reutilización de las estructuras precedentes.

Parte del equipo de ATLAS paseando por el Área arqueológica de Morería en Mérida.

Dicho esto, se podría pensar que los yacimientos tunecinos de nuestro proyecto, los cuales no tienen ciudades contemporáneas por encima, son más sencillos de analizar. Y, efectivamente, a menudo tenemos una imagen más completa del entramado urbano de estas antiguas ciudades. Además, podemos visitarlas y hacernos una buena idea de los edificios y las relaciones entre éstos y el resto de infraestructuras urbanas. 
Fotografía del foro de Mactaris durante nuestra visita en marzo de 2022.
Sin embargo, estos yacimientos presentan sus propios desafíos. En primer lugar, no están completamente abandonados, ya que a menudo las nuevas ciudades se sitúan en puntos muy cercanos al yacimiento en cuestión. Este es el caso de Cartago, ubicado entre Túnez y Sidi bou Saïd; Ammaedara, localizada al este de la actual Haïdra; o Lamta, junto a la antigua Leptiminus. Tal vez Mactaris se asemeje más a los casos españoles de continuidad habitativa, dado que está envuelta por la moderna Makthar. Aun así, no siempre esta proximidad de ciudades actuales es buena para la preservación de los yacimientos arqueológicos. Por una cuestión obvia de minimización de esfuerzos y recursos, es muy habitual que los asentamientos abandonados se usen como cantera, teniendo como resultado la presencia de numerosos materiales antiguos (spolia) en las ciudades de los alrededores. De modo que, por ejemplo, la información epigráfica de estos yacimientos es muy problemática. En efecto, se ha conservado un gran número de inscripciones, pero rara vez conocemos su contexto.

Otra desventaja de los yacimientos despoblados es que se ven más expuestos a las inclemencias y al paso del tiempo. Así, la erosión no sólo afecta a la conservación de los edificios sino también de la estratigrafía, especialmente de las capas superiores donde se encuentran los vestigios de periodos más recientes (¡y eso incluye nuestra querida Antigüedad tardía!). A ello hay que sumarle, tanto en los yacimientos despoblados como en las ciudades vivas, la realización de intervenciones sin metodología arqueológica. Si bien el problema en los yacimientos despoblados es que este tipo de intervenciones, que se remontan a épocas en que la arqueología no se había desarrollado como disciplina, pueden afectar a una mayor extensión de la ciudad antigua. Por ejemplo, en Baelo Claudia, nuestro único caso de estudio despoblado en España, contamos con diarios de excavación antiguos en que se explicita que sacaron decenas de tierra del foro de la ciudad. El motivo de esta abundante extracción de tierra es el interés por sacar a la luz los edificios monumentales de época romana altoimperial, en detrimento de otros períodos históricos. Aunque, afortunadamente, esta es una práctica ya obsoleta y a día de hoy contamos con un gran volumen de información de la evolución urbana tardoantigua incluso en las áreas más monumentales de la ciudad.

Plano de la ocupación tardoantigua en el templo de Isis de Baelo Claudia (Dardaine et al. 2008, fig. 27).

A pesar de las diferencias, o quizá debido a ellas, tenemos un trabajo interesante. Resulta divertido e intelectualmente estimulante considerar cómo las diferencias entre nuestros estudios de caso repercuten en la representación de la Antigüedad tardía. Además, es sin duda un ejercicio importante para un proyecto como ATLAS, ya que nos permite comprender mejor el desarrollo de las narrativas historiográficas sobre nuestro periodo de estudio.